Se rió para sus adentros.
El oscuro traje opacaba su negra soledad.
Los mismos sonetos sonaban lejos, en un coche viejo y energúmeno, que aquellos que lo vieron partir.
Su cielo llora y reza y hoy, iluminado por la efímera luz de ese pucho entrometido, se obliga a mentirse una vez más.
El viento sin tiempo ruge contra el sobretodo. Respira profundo e inhala. Diez segundos instantáneos de respiración máxima y la relajante exhalación.
El papel, el tabaco, la nicotina y el silicio calman la nefasta ansiedad y las llamas vuelven eternas con otra pitada que se va. El fuego retorna para sentir lo rápido de su huída.
Las cenizas acaban el pucho y Segú, volviéndose, llora su adicción.
Arrancó la marcha y sintió el frío y su rostro. Las gotas de neblina y viento, brotaban su mejilla con picor y dolor.
El alba ahora aniquilaba la tristeza. Haces de luz encandilaban las piedras y sus ojos. Como cada día, en ese momento, sentía una esperanza ciega que no entendía razones.
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Excelente
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