lunes, 30 de noviembre de 2015

Eras

Iba siempre al mismo lugar, cada madrugada de su vida.

Allá subiendo por la loma, casi llegando a Santiago, hay un espacio entre las piedras que no hace más que invitar al que conoce. El grupo de rocas de Tandilia se juntó en alguna era de esas que estuvieron antes que llegaramos, para formar un espectacular afán de rocas, lleno hoy de restos de yerba y vidrios rotos.

A la hora de la siesta, se pueden ver quinceañeros besuqueándose a escondidas. Ya más a la tarde, alguno que otro fumándose un churrin. Más tarde aún, amigos comiendo pizzas de La Fountain.

La madrugada era siempre de Segú.
Parado arriba del arrabal, cualquiera se sentía el rey del mar. Él se sentía chico, como todo ser que piensa un poco.
Si lo veías, lo que distinguías era una silueta grandiosa y sombría, de sobretodo oscuro, barba recortada, flequillo juvenil y pucho ya componente de su alma.
Su pasatiempo era y es sumergirse en pensamientos, y nadar en las olas, sobrevolarlas y sumergirse una y otra vez.
Todo para vibrar entre la espuma y sentir la guerra de la escollera de humanos.

Así volaban horas, hasta que amanecía, donde darle la vuelta al mar no se hacía tan difícil, y donde ya ansiaba su colchón, donde ya soñaba con soles y fantasmas.

domingo, 29 de noviembre de 2015

(llovía)

Vibró finalmente con el agua fría entre sus dedos.
Estancado en la puerta de su casa, respiraba libertad.
La oscuridad y la intensa lluvia acompañaban sin pedir nada a cambio.
Las infinitas y finitas gotas de agua reían conociendo su final.
Sin duda, lo mejor, eran sus pies, sus dedos y su agua fría. Nada de lo urgente importaba ahora, solo las gotas y su ser, solo el viento y su nacer.

Un quilombo de atrás,

"Allá, no se sabe bien por qué, el cielo es más azul."

La ciudad que ahoga, nos prohíbe sentir la tierra, el pasto y el polvo.
Alejándonos del día, nos acerca a la noche.
Los ruidos y locuras, siempre invaden queriendo,
nos fuerzan a salir de afuera, insertándonos adentro.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Tabaco

Se rió para sus adentros.
El oscuro traje opacaba su negra soledad.

Los mismos sonetos sonaban lejos, en un coche viejo y energúmeno, que aquellos que lo vieron partir. Su cielo llora y reza y hoy, iluminado por la efímera luz de ese pucho entrometido, se obliga a mentirse una vez más.

El viento sin tiempo ruge contra el sobretodo. Respira profundo e inhala. Diez segundos instantáneos de respiración máxima y la relajante exhalación.

El papel, el tabaco, la nicotina y el silicio calman la nefasta ansiedad y las llamas vuelven eternas con otra pitada que se va. El fuego retorna para sentir lo rápido de su huída.

Las cenizas acaban el pucho y Segú, volviéndose, llora su adicción.
Arrancó la marcha y sintió el frío y su rostro. Las gotas de neblina y viento, brotaban su mejilla con picor y dolor.

El alba ahora aniquilaba la tristeza. Haces de luz encandilaban las piedras y sus ojos. Como cada día, en ese momento, sentía una esperanza ciega que no entendía razones.




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