Vibró finalmente con el agua fría entre sus dedos.
Estancado en la puerta de su casa, respiraba libertad.
La oscuridad y la intensa lluvia acompañaban sin pedir nada a cambio.
Las infinitas y finitas gotas de agua reían conociendo su final.
Sin duda, lo mejor, eran sus pies, sus dedos y su agua fría.
Nada de lo urgente importaba ahora, solo las gotas y su ser, solo el viento y su nacer.
Encantado con la magia que tienen sus escritos, dón Quevedo.
ResponderEliminarusté me hace emocionar, gracias
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