jueves, 4 de febrero de 2016

Vino L.

La última vez que vino a casa durmió hasta las tres de la tarde.

Había sido una noche intensa. Hasta los hielos escucharon las charlas, cuentos y puntos de vista, nuestros y de otros.
En el medio de todo contó que hacía meses que venía enquilombado con los horarios. Comentó que se había reencontrado con viejos amigos, compañeros del arrabal rockero de la feliz.
Primero que nada, por supuesto, nombro al gran Franquito.

Hace unos días, a un tal Lucio Ferrante, le preguntaron, entre birras y vodkas: 'y vos ¿de dónde lo conocés a Pablo?'
Y él contestó: 'no sé, de los bares. Pablo para mi es un tipo que está en los bares hablando de literatura. Él dice que vive en una casa, pero para mí está siempre adentro de bares, duerme ahí. Eso es lo que se: es un ángel de bar."

Mejor descripción imposible.

Es un hombre que en una conversación cualquiera te mecha: "ya lo dice un cuento de Juan Forn cuando le piden al protagonista que cuente una historia y el otro pregunta por donde quiere que arranque y entonces le contesta: ' —Por donde quieras. No te preocupes por el tiempo: tenemos toda la noche. Hasta que termines no va a amanecer.'
Siempre todo con rock y un buen vino de por medio.
Te infiltra a Casciari, a Borges, a Casas, todos en un ratito, con voz apasionada y humilde, con cruces de ideas dignos de Dolina y los códigos de libertad de la noche.

1 comentario:

  1. Antes era de los que le reclamaba cosas a la vida. Últimamente siento que la vida no me debe nada. No me debía comerme un asado en un comedor infantil y tampoco me debía tu amistad: la de un hermano que te dedica un post tremendo. Emoción terrible. Cuando me deje de gastar la plata en vinos voy a ir a comprar un marco y lo voy a encuadrar. Agradecido siempre. L.

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