martes, 8 de diciembre de 2015

Gurí

En un mundo sin sentido, sentía en la oscuridad.
Apichonado entre las piedras, no podía temblar.
Se veía y se sentía, arrasado por un frío que no reía.
El hielo invadía hasta sus huesos, para retorcer sus tegumentos, enloqueciendolo cada segundo un poco más.
Ya los días no eran días, el sol no salía y la luna ni amagaba con volar.

Ya disfrutaba la voz del carcelero, hablando con su mujer la loca que al principio tanto odiaba.
Hablarían de sus hijos, de su perro y quizás de su gato, de como el jardinero había cortado mal el pasto, de como aborrecía al jefe y de como quería renunciar y huir a Costa Rica. Todo, en un idioma que jamás entendería.
Las piedras de la celda le recordaban la escollera y el mar: el estridente rumor de las olas, que no entendiendo de seres ni guerras, chocan por placer eternamente.
De pibe le habían dicho, que el frenesí de las olas terminaría después del último aliento del último ser de este planeta endemoniado.

La celda que lo encerraba cada día era más delirante. Su única luz era el efímero rayo de sol que se escurría por el fino espacio entre los fierros superiores.
Imaginaba el abrir de la puerta que no chillaba, soñaba con una llave escondida en un plato de comida, incluso deliraba con helicópteros que lo rescataban. Nada de eso pasaba ni amagaba con pasar.
De lo único que se arrepentía era de no haber rayado las rocas desde el día que llegó. Hoy, se encontraba en una conciencia finita y una vívida inconciencia sin tiempo ni razones.

La guerra era como la que le dijeron cuando era un gurí, contra él mismo.
Había creado mundos imaginarios tan inmensos que su simpleza les daba vida. El hielo y el sol iluminaban el sur y sus glaciares.
Solía vibrar con cuentos de troncos de oro y leyendas de hijos de la Luna y el Sol. Recitaba cada cuento y leyenda leída y cada anécdota grabada en su hipocampo, inventando siempre los parches de lo leído olvidado.
Sospechaba que la sombra más allá de la placa de metal disfrutaba cuando recitaba, porque bajaba el volumen de la incomprensible radio y a veces le cortaba a la mujer.



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